Cientos de católicos asistieron a las plazas Monumento y Bolívar, donde repartieron los ramos
Fieles llevaron paz a sus hogares con las palmas
Texto: Yesenia Rincón CastellanoDesde las 6:00 de am repartieron ramilletes. Basílica y Catedral se desbordaron de gente.
Como un terreno sembrado con hojas de palma se veía ayer a las 7:00 de la mañana la plaza Monumento a la Virgen de Chiquinquirá, en el casco central de Maracaibo.
Allí los fieles elevaban y ondeaban sus ramilletes de palma en señal de regocijo, para evocar la misma alegría del pueblo que aclamó la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén.
Así se inició ayer, la celebración religiosa del Domingo de Ramos, pero los pobladores de las cercanías del centro y otros municipios zulianos, más los vendedores informales de incienso, antes de las 6:00, desde antes que aclarara el cielo, estaban en la plaza Monumento y los alrededores de la Basílica buscando sus palmas para bendecirlas durante la ceremonia del Domingo de Ramos.
“Con este día se inicia la semana de la Pasión del Señor, que ofrendó su propia vida por los hombres”, recordó Eleuterio Cuevas, párroco de la Basílica Nuestra Señora de Chiquinquirá, quien ofreció su mensaje de reflexión durante la celebración de la eucaristía, que se inició a las 8:00 de la mañana, luego de la bendición de las palmas en la plaza Monumento y una corta peregrinación que simboliza la del pueblo de Jerusalén, desde allí al templo.
Semejante ritual se realizó en la plaza Bolívar a las 7:45 de la mañana, donde el obispo de Maracaibo, Ubaldo Santana, presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela, bendijo las palmas desde el púlpito de la Plaza Bolívar y de allí peregrinó junto con los fieles para celebrar la misa en la catedral.
En el camino, Santana exclamaba: “Como la muchedumbre de cristianos que aclamaron a Jesús, aclamémos nosotros a Cristo y recordemos que es nuestro Salvador. ¡Que viva Cristo Rey! ¡Que viva El Salvador!”.
Dentro del templo, la autoridad religiosa recordó que, con mucha razón, decía el apóstol Pablo que la Pasión de Jesucristo no había concluido. Porque no es solamente su pasión, era la de todos los seres humanos, desde el primerísimo Adán, hasta el último que viva.
“Cualquiera que sea la persona, Jesús sufre con el dolor de nosotros”, reflexionó.
Quienes no llegaron tan temprano debieron escuchar la misa de pie y fuera de los templos que se encontraban desbordados de visitantes que pese a no tener un lugar donde sentarse, no abandonaron la intención de escuchar el mensaje de Dios.
Tal fue el caso de Neumary Siervo, quien desde el sector La Paragua se movilizó al centro para llegar a la Catedral y cumplir con Dios.
“Vine a rogarle a Dios que le de trabajo a mi esposo y a mi hermano, que son trabajadores y anhelan ganarse el pan honradamente, sólo les ha falta la oportunidad”, contó Neumary, quien alegre cantaba: Bendito el que viene, en nombre del Señor...
Como un terreno sembrado con hojas de palma se veía ayer a las 7:00 de la mañana la plaza Monumento a la Virgen de Chiquinquirá, en el casco central de Maracaibo.
Allí los fieles elevaban y ondeaban sus ramilletes de palma en señal de regocijo, para evocar la misma alegría del pueblo que aclamó la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén.
Así se inició ayer, la celebración religiosa del Domingo de Ramos, pero los pobladores de las cercanías del centro y otros municipios zulianos, más los vendedores informales de incienso, antes de las 6:00, desde antes que aclarara el cielo, estaban en la plaza Monumento y los alrededores de la Basílica buscando sus palmas para bendecirlas durante la ceremonia del Domingo de Ramos.
“Con este día se inicia la semana de la Pasión del Señor, que ofrendó su propia vida por los hombres”, recordó Eleuterio Cuevas, párroco de la Basílica Nuestra Señora de Chiquinquirá, quien ofreció su mensaje de reflexión durante la celebración de la eucaristía, que se inició a las 8:00 de la mañana, luego de la bendición de las palmas en la plaza Monumento y una corta peregrinación que simboliza la del pueblo de Jerusalén, desde allí al templo.
Semejante ritual se realizó en la plaza Bolívar a las 7:45 de la mañana, donde el obispo de Maracaibo, Ubaldo Santana, presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela, bendijo las palmas desde el púlpito de la Plaza Bolívar y de allí peregrinó junto con los fieles para celebrar la misa en la catedral.
En el camino, Santana exclamaba: “Como la muchedumbre de cristianos que aclamaron a Jesús, aclamémos nosotros a Cristo y recordemos que es nuestro Salvador. ¡Que viva Cristo Rey! ¡Que viva El Salvador!”.
Dentro del templo, la autoridad religiosa recordó que, con mucha razón, decía el apóstol Pablo que la Pasión de Jesucristo no había concluido. Porque no es solamente su pasión, era la de todos los seres humanos, desde el primerísimo Adán, hasta el último que viva.
“Cualquiera que sea la persona, Jesús sufre con el dolor de nosotros”, reflexionó.
Quienes no llegaron tan temprano debieron escuchar la misa de pie y fuera de los templos que se encontraban desbordados de visitantes que pese a no tener un lugar donde sentarse, no abandonaron la intención de escuchar el mensaje de Dios.
Tal fue el caso de Neumary Siervo, quien desde el sector La Paragua se movilizó al centro para llegar a la Catedral y cumplir con Dios.
“Vine a rogarle a Dios que le de trabajo a mi esposo y a mi hermano, que son trabajadores y anhelan ganarse el pan honradamente, sólo les ha falta la oportunidad”, contó Neumary, quien alegre cantaba: Bendito el que viene, en nombre del Señor...
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