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domingo, 30 de octubre de 2011

URBANIDAD

“El escenario competitivo en el cual el directivo se desenvuelve hoy, requiere de una civilidad sobresaliente.”

Piero Moltedo Perfetti
MBA, Universidad Carlos III de Madrid
Director Escuela de Negocios, UVM

modalesQuizás actualmente puedan parecer añejas algunas de las recomendaciones que hiciese el venezolano Manuel Antonio Carreño en su conocido, pero pocas veces leído, “Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres”, como cuando hace referencia al adecuado uso del sombrero. Pese a ello, no cabe duda que en la actualidad, y desde luego en la empresa y en el mundo de los negocios, se requiere cada vez más la pequeña virtud de la urbanidad, que en apariencia es sólo un correcto protocolo.

Digo cada vez más, porque el escenario competitivo en el cual el directivo se desenvuelve hoy, requiere de una civilidad sobresaliente, cuyas buenas costumbres propicien entornos de confianza aptos para hacer negocios como en antaño, cuando la palabra empeñada era valorada incluso más que la propia firma de una persona, rúbrica que hoy no es ninguna garantía de real cumplimiento en documentos bancarios o legales.

Aunque la palabra urbanidad en su origen rechaza a lo rural, es posiblemente el campo el tesoro de mucha de la urbanidad que carece el citadino, quien incluso usa peyorativamente el término “huaso” para referirse al incivilizado.

Como idea, la urbanidad como tal se formaliza hace casi cinco siglos, cuando Erasmo de Rotterdam escribe “De civilitate forum puerilium” (1538), o incluso algunos años antes, en el libro “El Cortesano” de Baltasar de Castiglione, donde se plasman los principios esenciales de un caballero renacentista. En dicha obra se postula que para ser un caballero no sólo se requiere ser diestro con las armas y las letras, sino igualmente en el trato hacia los demás.

Lo mismo podríamos afirmar hoy de un gerente, donde su habilidad para tomar decisiones, formular estrategias, ejecutar planes, no pueden traducirse en niveles de eficiencia mal concebidos que incluso atenten contra la urbanidad del aquí y del ahora.

Un trato amable hoy es valorado. La crítica de la falta de buenos modos que realiza el ya anciano sobre el adulto, es similar a la que éste realiza sobre el joven. Es que el comedimiento está alejado del actuar de las personas: la desatención en el ascensor, el reducido lenguaje en los e-mails, la agresividad en la conducción de los vehículos, la rareza de un “buenos días”, la escasez de un “por favor”, la falta del colofón “gracias” y un sinnúmero de ejemplos largos de detallar.

Es en la infancia cuando el niño debe aprender los correctos modos, que los asimila incluso sin saber el por qué de determinados formalismos, pero que se traducirán en el sustrato fértil del aprendizaje posterior de otras virtudes, mayores, que bien podrá decidir, con otra madurez, si acogerlas o no. Fácil le será comprender qué puede ocasionarle daño, como quemarse con el fuego, pero complejo es hacerle entender qué puede ser malo aunque no le cause perjuicio inmediato.

Común debiesen ser en la memoria de cualquier persona el recuerdo de frases tales como: “lávate las manos antes de comer”, “pide permiso antes de entrar”, “siéntate bien”, “saluda a la tía”, “cede el asiento al abuelito”, hasta el siempre brusco “saca los codos de la mesa”, enseñanzas que se entremezclaron con el “no robar” y “no mentir”, pero cuyas diferencias en consecuencias sólo las comprendieron como parte de su desarrollo, básicamente imitativo.

En el mundo empresarial podemos encontrarnos con gente que lisa y llanamente no posee urbanidad. Su mal trato hacia los otros demuestra problemas de convivencia que aunque se podrían tildar de modos eficientes, no alcanzan la eficacia requerida, ya que no logran el liderazgo en la comunicación, o simplemente desmotivan y generan poco compromiso. Y esto es incomprensible en personas que se tildan de empresarios o directivos y no de respetables incultos o patanes innatos, frutos de una irresponsable sociedad.

Otros parecerán muy refinados y corteses, “es una dama” se decía antiguamente para describirlos, pero su elegancia puede ocultar el actuar sin valores, la hipocresía, el cinismo. Sólo mantienen la careta del buen actuar, son sólo apariencia, careciendo de los principios de fondo necesarios para la buena convivencia. Es que la urbanidad puede ocultarnos grandes propósitos o simplemente males. “No sólo hay que parecerlo, hay que serlo”, dicen algunos. “Demasiado cortés para ser honesto” dicen otros. Por lo mismo, la urbanidad es una agravante en las malas intenciones.

En tal sentido, la urbanidad no sólo es cortesía y buenos modales, no sólo es ceder el paso o pedir permiso, sino dar un poco más de uno, de respetar al otro, de no hacerle a él lo que no nos gustaría que nos lo hicieran, sin caer desde luego en exageraciones carentes de autenticidad.

Poseer urbanidad desde luego que nos favorecerá en los negocios. Con humor puedo citar a Don Gato quien le decía a su pandilla: “Los dos secretos de mi éxito son mi ingenio y mis excelentes modales”. Pero si la urbanidad no tiene contenido, es sólo espuma, fachada. Si queremos lograr relaciones laborales o societarias de largo plazo, sólo la confianza generada en un ámbito de urbanidad de forma y fondo, de estética y ética, puede dar muestra de lo que hacemos y de lo que somos.

NORMAS GENERALES DE URBANIDAD

imagen 1.- La urbanidad no se limita estrictamente a enseñarnos las consideraciones que debemos guardar a los demás en las situaciones y casos que nos plantea la vida en sociedad, sino que una vez adquiridos estos hábitos, harán que nos sintamos más seguros de nosotros mismos y conformes con nuestra personalidad, al darnos cuenta de que nuestra persona despierta en los demás, confianza, simpatía y aprecio.
Siendo en nuestros días, una baza importante a la hora de encontrar un puesto de trabajo, pues de todos en sabido que la primera impresión que se recibe de una persona, es esencial a la hora de confiarle responsabilidad, amistad o promoción, y si con el paso del tiempo esta primera impresión se confirma, no hay duda de que nos ahorrará muchos problemas con otras personas, laborales, de salud, etc.,

* No nos tomaremos nunca confianza de ninguna clase con quien se conoce de poco tiempo, por más que su trato afable y campechano nos autorice para ello.
* El tiempo es el que nos dará a conocer el carácter y las costumbres de los demás y por lo tanto el grado de intimidad o compatibilidad que debemos tener con otras personas.

* Nunca hablaremos de los vicios o defectos naturales de los demás o nuestros, si supiéramos había escuchando que se pudiera ofender con nuestras palabras.

* Cuando una persona elogie a otra o a alguna de sus propiedades, procuraremos no contradecirla, aunque nuestra opinión se contraria, solo en casos excepcionales pondremos en conocimiento de unos padres, las faltas de su hijo, o a un tutor las de su pupilo, etc.

* No perderemos el tiempo en discutir cosas, de cuyo resultado no obtengamos un beneficio moral, cultural o económico, discutir por discutir es de necios.

* Si fuésemos saludados por una persona por error, le devolveremos el saludo con amabilidad, sacándole de confusión con delicadeza y sin avergonzarla.

* Nunca preguntaremos a nadie por sus enemigos o enemistades.

* En una conversación no elogiaremos a una persona en exceso delante de otra de su misma profesión.

* Si por parentesco o amistad el trato con un superior gerarquico o laboral fuera fluido o de tuteo, en presencia de otros superiores o inferiores el trato será de usted.

* Si un superior laboral o gerarquico, nos dispensase de darle por deferencia, el tratamiento debido, podemos omitirlo en nuestras conversaciones privadas, pero nunca delante de extraños.

* En general el trato confidencial con otras personas será restringido en presencia de otras a quien ni ellas ni nosotros podamos tratar de la misma manera.

* En los juegos sociales en los que intervengamos, nunca demostraremos nuestro disgusto si perdemos, ni excesiva alegría si ganamos, cuidando de no herir el amor propio de los demás.

* Por mucha confianza que tengamos en una casa ajena, no diremos ni haremos nada que pueda desagradar, incomodar, molestar o ruborear a quien nos escuche o vea.

* La dignidad y delicadeza deben de estar presentes en todos nuestros actos, en todos los lugares y ocasiones, con mayor razón cuando hay delante quien pueda juzgarlos y apreciarlos.

* No deberemos entrar en lugares en donde se esté trabajando (talleres, oficinas, etc.,) a distraer o interrumpir a los que trabajan, y cuando vayamos a realizar una gestión, no permaneceremos allí, mas tiempo del preciso.

* Para entrar en cualquier despacho, llamaremos con delicadeza a la puerta si estuviera cerrada y solicitaremos el correspondiente permiso de quien lo ocupa.

* Procuraremos concertar siempre nuestra intención de cita o visita con tiempo de antelación, con el fin de no importunar.

* Cuando en una casa o habitación, halla objetos de valor, procuraremos no fijar la vista en ellos, ni aproximarnos demasiado.

* No permitiremos que un superior, anciano, señora, etc., se levante en nuestra presencia para tomar una silla, cerrar o abrir una ventana,coger un objeto caído, o cualquier otra acción que cause molestia.

*Cuando una persona esté leyendo, no debemos colocarnos cerca para leer el papel o libro que tiene en sus manos o mesa.

* Cuando nos nombremos en alguna conversación, nos contaremos los últimos. (Don José y yo).

* Cuando estando sentados se nos acerque un superior a hablarnos nos podremos en pie, permaneciendo así, hasta que se retire o se siente el y nos indique que también podemos hacerlo.

* Poner un pie sobre la rodilla opuesta y tener las piernas cruzadas, son actos admisibles entre personas que se tratan con íntima confianza.

* Al subir o bajar una escalera deberemos ceder el balaustre a las personas mayores, ancianos, señoras, etc., si no existiera o habiendo de los dos lados se cederá la derecha.

2.- Toda imprudencia o inconveniencia que cometamos, es un arma que se volverá en nuestra contra.


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