La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora;pero cuando ha dado a luz al niño,ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.
(Jn 16,20-23a)
.
Hoy el Señor nos ha puesto un ejemplo muy gráfico en el Evangelio.
No es fácil el camino de lo excelente.
Si queremos llegar amar a Dios sinceramente, es necesario que hagamos el esfuerzo de comprender que el camino no es cuesta abajo: al contrario, es de subida… y difícil.
Pero merece la pena.
Luego, como hoy nos dice Jesús, ni te acuerdas del aprieto.
Vale la pena luchar, y luchar hasta el final: soportar penalidades, incomprensiones y hasta la misma soledad.
Después -¡y durante!- viene la luz, porque caminamos con Dios, y con Él hallamos nuestro descanso.
Cuando encontramos dificultades en el camino, lo primero que pensamos es pedir a Dios que nos lo allane, que nos de otras opciones para no sufrir.
Pero es mejor reconocer nuestras debilidades y pedir a Dios que nos de fuerza para superarlas.
Nos cuesto, pero hemos de reconocerle que
nos gustaría ser más fieles, ofrecer más sacrificio, más entrega… pero
nos pesa la pereza, la comodidad… y nos seduce el camino fácil.
En las etapas duras de la vida es cuando menos hay que dejar de hablarle.
No queramos presentarnos ante él como
seres perfectos, sin falta, como dioses… El siempre está a la escucha y
es en esos momentos cuando comienzas a descubrir la verdadera dimensión del amor de Dios.
Pese a que, después de tantos años de seguimiento, de práctica de sacramentos y de oración, aún sigamos dudando de Él.
El otro día pude leer esto en uno de los comentarios del blog:
“…me gustaría “morir” y volver a
nacer para vivir de NUEVO. Aunque experimento a Dios en mi vida, creo
que no le correspondo. A veces, como ahora creo que no soy autentica que
deberían cortarme como a la palmera, pero NO SE ABANDONARME EN SUS
MANOS. Pedid por mí que encuentre el verdadero camino…”
No es necesario personalizar porque en algún momento todos podríamos ser autores de ese pensamiento.
No te desanimes. No tengas miedo a humillarte ante Dios y presentarte tal y como eres, o como en este momento te sientes.
No trates de corresponderle, no se intentes estar a la altura, no quieres mostrarte “auténtica” tal y como tú lo entiendes.
Presentémonos ante Dios con todas nuestras miserias. Como barro: barro del malo, que no sirve de mucho.
Dios nos mira con ternura cuando oramos así, porque sabe que nos cuesta perseverar en el camino áspero.
Por eso está muy dispuesto a darnos su gracia, a darnos su fuerza.
Pidámoslo así: ayúdame, Señor, a
perseverar en el camino -siempre arduo- del amor y enséñame nuevos
horizontes de entrega, aunque sean costosos. ¡Estoy dispuesto!
…
Es cierto que en ocasiones toca seguir un
camino de continuo sufrimiento que no alcanzamos a entender. No sabemos
porqué Dios nos dispuso en ese tránsito tan complicado.
Benedicto XVI, que nunca regala palabras
vacías en sus razonamientos, interpela a reflexionar, en esta ocasión al
ponerse en el lugar del joven que sufre aquejado por una enfermedad y
nos deja una pregunta:
“…cuando el dolor aparece en el horizonte de una vida joven, quedamos desconcertados y quizá nos preguntemos:
¿Puede seguir siendo grande la vida cuando irrumpe en ella el sufrimiento?”
Cada uno de nosotros nos podemos
preguntar lo mismo ante la dificultad de caminar en el sufrimiento. La
respuesta queda para nuestro interior.
El Papa dejó una conclusión para ayudarnos a responder:
“Ninguna aflicción es capaz de borrar la impronta divina grabada en lo más profundo del hombre”
.
Lázaro Hades
Fuentes:
Vívela con Él. Fulgencio Espa. Ediciones Palabra.
Discurso de Benedicto XVI en la visita a la Fundación Instituto San José durante la JMJ 2011
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