Lectura del santo evangelio según san Juan Juan 20,19-23
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros." Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo." Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."
Haz sitio en tu interior para dar cabida al Espíritu Santo.
Pídele una fe inmensa para recibir la gracia de sus 7 DONES:
1. EL DON DE LA SABIDURÍA
Para que tengas gusto por lo espiritual y seas capaz de juzgar en la medida de Dios.
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2. EL DON DE LA INTELIGENCIA
Para que recibas la gracia de comprender mejor la Palabra de Dios y profundizar en las verdades reveladas.
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3. EL DON DEL CONSEJO
Que ilumina tu conciencia en las opciones
que la vida diaria te impone, sugiriéndote lo que es lícito, lo que
corresponde, lo que más conviene a tu alma.
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4. EL DON LA FORTALEZA
Que da una fuerza sobrenatural que te
sostiene en tus luchas para obrar valerosamente lo que Dios quiere de
ti, y sobrellevar las contrariedades de la vida. Con la gracia del don
de la fortaleza se superan dos extremos: la cobardía -cuando falta reciedumbre- y la agresividad -cuando es excesiva y puede degenerar en ira-.
5. EL DON DE LA CIENCIA
Que te dará a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador.
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EL DON DE LA PIEDAD
Que sana el corazón de todo tipo de dureza
y lo abre a la ternura para con Dios como Padre y para con los hermanos
como los hijos del mismo Padre.
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7. EL DON DEL TEMOR DE DIOS
Que conduce a los corazones a ser
portadores de un espíritu contrito ante Dios, conscientes de sus culpas,
pero dentro de la fe en la grandísima misericordia divina. Es el temor a
ofender a Dios, reconociendo humildemente nuestra debilidad, tratando
de no ofenderle en nada, de permanecer y crecer en la caridad.
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